Por Carlos Loret de Mola
Rentándose como tapete del presidente en turno durante varios sexenios, el Partido Verde Ecologista de México ha recibido un manto de impunidad que ha permitido a sus líderes enriquecerse sin rubor.
“Los verdes” apoyaron a Fox y Fox los dejó hacer. Luego se entregaron a Peña Nieto, y aquello fue un festín de corrupción. Ahora están con López Obrador, y lucen insaciables.
¿Cuál es el arreglo? Impunidad a cambio de algunos puntos porcentuales que aportan en las elecciones y algunos votos que suman en el Congreso. Descansando en ese modus operandi, hoy la cúpula del Partido Verde se ha convertido en una pandilla de multimillonarios cuyo trabajo político tiene el único objetivo de enriquecerse económicamente.
Asombrosa su sagacidad, su olfato para acercarse al vencedor y su destreza para ser lo suficientemente importantes para no pasar desapercibidos y lo suficientemente irrelevantes para que no valga la pena embestirlos. Maestros de esa sintonía fina, bandidos de antifaz, han hecho negocios por todos lados; debo decir, escandalosos negocios por todos lados.
Ordeñaron Chiapas, el primer estado que gobernaron. Han sentado sus reales en Quintana Roo, donde vive su líder y tienen múltiples negocios inmobiliarios. Y ahora van por San Luis Potosí, a través de la candidatura de Ricardo Gallardo, perteneciente a una mafia local apodada La Gallardía, quien ha pasado meses detenido por autoridades federales, al que le han imputado de todo y a quien el presidente López Obrador llegó a llamar “mafiosillo”.
Gallardo tiene dueño. Se llama Arturo Escobar. Desde que inició en el Verde, Escobar trató de tomar distancia del estilo ignorante, corriente y frívolo que habían impregnado en el partido figuras como Jorge Emilio González Martínez “El Niño Verde” y su tocayo Jorge Kawaghi, en ese momento las estrellas nacionales del PVEM. Escobar, que trató de presentarse como el estudiado del grupo, pronto dejó claro que su fachada intelectualoide sólo buscaba esconder que en realidad se trataba de otro de los vulgares mercachifles del Partido Verde:
Lo agarraron con un millón de pesos en efectivo en el aeropuerto de Chiapas, duró dos meses de subsecretario en Gobernación de Peña Nieto porque la Fiscalía para Delitos Electorales solicitó su aprehensión, se conoce que goza de lujosas propiedades en Las Lomas de Chapultepec de la Ciudad de México, y en Valle de Bravo, Estado de México, y hasta se le ubica como dueño de una Sofom (sociedad financiera de objeto múltiple) que se dedica a prestar dinero a empleados de gobiernos estatales con los que el Partido Verde tiene entrada a cambio de favores políticos.
Con una biografía así, es fácil suponer que se entendió rápido con el “mafiosillo”: convenció a Gallardo de dejar el PRD, lo hizo candidato del Verde al gobierno de San Luis Potosí, negoció con Morena para que bajara las manos en ese estado y hoy las encuestas marcan que la contienda está cerradísima entre Ricardo Gallardo y el de la Alianza, Octavio Pedroza. Escobar, ya dueño del candidato, está a punto de ser dueño del gobernador y dueño del estado. Otra vaca para que el Verde ordeñe. Sólo le falta ganar la elección. Le están metiendo todo el dinero.
Veremos si les rinde frutos la inversión. Lo de menos es el estado, el país, la política, la ética y el pudor. ¿Cuándo ha sido eso relevante en la mesa del Verde?
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