AMLO: ¿el presidente más caro del mundo?

Por Ricardo Rocha

Es probable que lo sea. Por lo pronto, las revelaciones sobre los lujos escandalosos de su primogénito José Ramón López Beltrán en Houston, han provocado que muchos vuelvan a mirar cómo vive el padre.
A ver: Andrés Manuel López Obrador decidió y vive en un palacio que es por su extensión y magnificencia muy superior a la Casa Blanca en Washington, el Eliseo en París y por supuesto “10 Downing Street” en Londres; no se necesita ser experto para establecer que es la residencia oficial más onerosa del mundo; basten ver los recorridos por esos bellísimos pasillos de reluciente parqué con jarrones invaluables, para darnos cuenta que el presidente vive en una fantasía que lo desconecta de la realidad y de la cantaleta cotidiana de la austeridad que nunca ha ejercido.
Y no son simples percepciones, aquí algunos datos obtenidos por EL UNIVERSAL y otros medios, a pesar de las resistencias oficiales: cada mes en Palacio Nacional se gastan seis millones de pesos en nóminas, energía eléctrica y agua necesarios para que el Presidente pueda vivir ahí, o sea, una renta que pagamos todos los mexicanos; se requieren 147 trabajadores de los que “no se pueden especificar sus funciones porque son personal de confianza” entre jefes de unidad, directores, subdirectores con remuneraciones brutas entre 60 mil y 150 mil pesos; a los que hay que añadir 51 trabajadores “operativos” con los sueldos más bajos; más aún, ayer se documentó que apenas el año pasado la presidencia pagó casi 600 millones de pesos por servicios de outsourcing, que tanto combatió formalmente.
Pero hay todavía más: tan solo en dos meses, entre septiembre y octubre del 2021, el gobierno federal contrató ocho diferentes empresas en servicios de conservación para remodelación de patios, mantenimiento de pisos de madera, herrería, escaleras, azoteas y hasta compra de “parasoles antihongos” (¿?¡!) por un total de 35 millones de pesos.
A riesgo del fastidio, añádanse los costos de: un pequeño hospital con guardia médica y de enfermería permanentes para atender cualquier emergencia del Presidente; una cocina suficiente para dar banquetes hasta para cientos de personas, en el momento en que el mandatario lo decida; el vestuario y el calzado de la pareja presidencial a la que nunca se ha visto en un almacén comprando nada; y las cerezas del pastel, seis Suburbans negras idénticas y blindadas grado 5, porque el Tsuru y el Jetta ya están en el museo de la desmemoria. Tres millones de pesos cada una.
Por ello y más, AMLO es brutalmente injusto cuando ataca mañaneramente a los Consejeros del INE porque ganan más que los 112 mil pesos que él oficialmente se asignó. Cuando sabe perfectamente que también tienen mayores ingresos los ministros de la Corte, los magistrados del Trife, muchos de sus funcionarios y hasta diputados y senadores morenistas que le rascan en veinte comisiones. Aunque la gran diferencia de todos ellos es que nadie vive en la opulencia que él disfruta con el patrocinio de todos nosotros y sin gasto alguno. Así cualquiera puede andar con solo 200 pesos en la bolsa, o nada. Por eso, es probable que el señor Presidente vea a su hijo José Ramón como un franciscano que vive en Houston en la austeridad republicana “Made in USA”. Algo huele a podrido en la 4T.

 

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