¿Cómo fue que llegamos a estas cifras?

COLUMNA DE MAURICIO FARAH GEBARA en Milenio

De los 130 millones de mexicanas y mexicanos que vivimos hoy en el país, 51 por ciento son mujeres. Con pequeñas variaciones, lo mismo sucedía cuando éramos 98 millones en el año 2000, y cuando fuimos 31 millones en 1950, y 3 millones en 1910. Lo inaudito no es que las mujeres sean la mitad de la población, sino que la otra mitad le haya negado durante décadas y décadas casi todos los derechos que los hombres se reconocían o se daban a sí mismos. Igualmente inaudito es que el paulatino reconocimiento de que las mujeres también tienen esos derechos nos ha llevado 200 años, los dos siglos del México soberano, y siempre ha sido a contracorriente, porque cada avance de este proceso (aún en marcha) se ha alcanzado mediante una previa, insistente y persistente lucha. De mujeres, desde luego. Así, en el ámbito de los derechos políticos lograron el derecho a votar y ser votadas, nada menos que 134 años después de la consumación de la independencia, lo que ha desembocado recientemente en la paridad de género en el Congreso federal y en las gubernaturas estatales. Muchas son las batallas y las victorias de las mujeres en ámbitos laborales, académicos y sociales, entre los que destaca la inacabada batalla por despenalizar el aborto en todo el país. En lo que va de este siglo, sin embargo, atestiguamos una inaceptable paradoja: en lugar de que las mujeres puedan concentrar sus esfuerzos en el avance de su agenda de reivindicaciones de cara al futuro, deben actuar y organizarse para salvaguardar y defender lo que nunca debería estar bajo amenaza: su integridad y su vida. En un salto hacia quién sabe qué pasado, o más bien inmersos en una realidad nunca antes vivida, cada día en México se asesina a 10 mujeres y niñas. Las estadísticas del Inegi y del Sistema Nacional de Seguridad Pública convergen en este promedio.   De acuerdo con los Registros de la Comisión Nacional de Búsqueda, hay más de 21 mil mujeres desaparecidas, de las cuales más de nueve mil se reportaron en los últimos cinco años. Y no es una pesadilla de la que pueda escaparse: hoy miles de familias mexicanas padecen de manera continua y sin descanso la incertidumbre de no saber qué es de sus hijas y hermanas. En 2000 se reportó la desaparición de 16 mujeres, en 2007 de 202, y ahora el promedio anual es de mil 800. Una catástrofe criminal.
Y mientras los servicios de emergencia reciben cada día 723 llamadas de presuntos actos de violencia contra mujeres y niñas, en los dos años anteriores se presentaron 36 mil denuncias por violación sexual. ¿En qué momento llegamos a estas cifras estremecedoras e incluso nos habituamos a ellas? No hay por qué normalizarlas ni resignarnos. Tampoco negarlo ni minimizarlo. Hay que reconocer lo que está ocurriendo y enfrentar esta inadmisible ola de agresiones hasta erradicarlas. Todas las mujeres y todos los hombres tenemos que unirnos en defensa de los derechos fundamentales de las mujeres. Decir no a la violencia en contra de ellas es oponerse al delito y al abuso de género, y es reivindicar su derecho a una vida libre de violencia.
Mauricio Farah*
@mfarahg
https://www.milenio.com/opinion/mauricio-farah-gebara/columna-mauricio-farah-gebara/como-fue-que-llegamos-a-estas-cifras

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