Por Jaime Barrera
El pasado viernes 1 de julio, en su mensaje por el cuarto aniversario de su triunfo electoral y tras la inauguración de la primera etapa de la refinería Dos Bocas, el Presidente Andrés Manuel López Obrador, en un discretísimo asomo de autocrítica, reconoció que faltaba mucho por hacer en materia de seguridad para lograr el objetivo de pacificar el país.
Insistió, sin embargo, en que hay una tendencia a la baja en el índices delictivos como en homicidios dolososm un 5 por ciento; secuestro, 44 por ciento; robo de vehículos, 40 por ciento, y robo en general, un 24 por ciento.
Por eso López Obrador quedó lejos de lo que ya había reconocido con mayor contundencia hace un año, cuando afirmó que sin buenos resultados en la estrategia de seguridad la cuarta transformación no sería una realidad.
Lo expresado el viernes en la conmemoración de su arrolladora victoria en las elecciones del 2018 que conquistó la Presidencia de la República, se quedó muy corto respecto a la petición que como nunca ha expresado la Iglesia y otros sectores, de que por la crisis desbordada de inseguridad y violencia es momento de hacer una revisión de la política de seguridad del gobierno de la autollamada cuarta transformación.
Pese al punto de inflexión que significó el asesinato de dos sacerdotes jesuitas y un guía de turistas en la Sierra Tarahumara de Chihuahua en el tono de las críticas y los cuestionamientos al planteamiento y eslogan de “los abrazos, y no balazos”, el Presidente reiteró que su gobierno está atendiendo las causas de la violencia, cubriendo las necesidades “del pueblo y de los jóvenes para evitar que se vean obligados a tomar el camino de la delincuencia”.
Esta afirmación hizo que su ex aliado Porfirio Muñoz Ledo volviera ayer a lanzar severas críticas al Presidente, al asegurar en sus redes sociales que se trataba de “el mundo al revés”, ya que “mientras los obispos denuncian claramente la complicidad del gobierno con el narcotráfico, AMLO responde con el mismo discurso: confuso, difuso, profuso y obtuso”.
Y lo cierto es que pasada la primera mitad del gobierno de AMLO y ya próximo a cumplir dos tercios de su sexenio, la promesa de la pacificación del país sigue siendo sin duda la más importante promesa incumplida de López Obrador, como pasó también al panista Felipe Calderón y al priista Enrique Peña Nieto.
Habrá que ver si los reclamos y peticiones de hacer una revisión a fondo de la política de seguridad de la 4T, cuya principal apuesta fue la creación de la Guardia Nacional, que ahora quieren que se adhiera a la Secretaría de la Defensa Nacional, y que no ha podido contener ni neutralizar a los cárteles de la delincuencia organizada cada vez con mayor poder corruptor y de fuego, finalmente se escuchan ahora que el Presidente aceptó que falta mucho por hacer para combatir este lastre, convertido en el mayor problema del país.
jbarrera4r@gmail.com
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