Por Enrique Quintana
Y vino la gran derrota.
Morena no consiguió quitarle suficientes votos al PAN, al PRI o a Movimiento Ciudadano para conseguir los 10 que necesitaba para aprobar la reforma constitucional presuntamente propuesta por el PRI.
La lucha por los votos duró hasta media mañana de ayer. El secretario de Gobernación, Adán Augusto López, operó todavía este miércoles para tratar de sacar los votos que se requerían.
Todo el esfuerzo no fue suficiente.
Cuando el senador Monreal en la tribuna señaló que había disposición de no resolver hoy y seguir discutiendo, el mensaje fue inequívoco. No tenían el respaldo necesario.
Mucha gente siguió el señuelo desde el principio y pensó que la discusión era sobre la presencia del Ejército en las tareas de seguridad pública, por una iniciativa propuesta por el PRI.
¡Nooo!
Eso nunca fue el tema.
Lo que en verdad se jugaba en esta votación era la viabilidad de la alianza opositora.
La historia del proceso fue que se puso contra las cuerdas a Alito, por la larga cola que tiene. Y se operó una estrategia para que los gobernadores de todos los partidos movieran a sus legisladores para respaldarla.
No funcionó. La cosecha en el PAN fue raquítica, un solo senador cambió de bando.
Y en el PRI, el martes dejaron correr versiones a propósito de que varios legisladores ya estarían de su lado, y consiguieron a columnistas y medios que reprodujeron la idea de que ya habían doblado al tricolor.
La intención era desmoralizar y hacer dudar.
No funcionó. En las primeras horas de la mañana de ayer se hicieron cuentas y se encontró que los números no daban. Por eso la operación política del secretario de Gobernación duró hasta el final.
Pero, al final vino el toque a retirada para no perder la batalla.
Sin embargo, a mi parecer, de poco va a servir, la batalla ya la perdieron.
Ya se demostró que por más chequera y ofrecimientos que tengan, no les dan los votos para procesar reformas constitucionales en el Senado.
No es solamente el asunto de la extensión del plazo de las funciones de seguridad pública para el Ejército, sino todas las que ha planteado o quiera plantear López Obrador, directamente o a través de intermediarios.
El golpe no es solo contra el presidente de la República. El líder del PRI, Alejandro Moreno, sale vapuleado.
No tuvo el poder para influir en sus senadores.
Pierde apoyos oficiales después del episodio de ayer y se vuelve más vulnerable.
Algunos se preguntaban ayer si el plazo de 10 días que existe por ley para volver a someter la iniciativa al pleno permitirá a Morena conseguir los votos que necesitaba.
No sé, pero lo dudo.
Sin embargo, ese no es el punto. Lo central de la propuesta era mostrar que se podría quebrar a la alianza opositora.
Uno de sus integrantes, Alito, le hizo el favor a Morena presentando una iniciativa de reforma constitucional a cambio de que no amenazaran con meterlo a la cárcel.
Eso fracturó la alianza y resquebrajó al PRI.
Al no prosperar la iniciativa, cambia el escenario, se deja viva a la alianza y se cambia la ecuación de poder en el PRI.
Es diferente visualizar a un Alito que tiene detrás de sí al poderío de Morena a otro escenario con un dirigente priista que fracasó en su intento de llevar adelante esta reforma y ahora se queda sin el respaldo de Morena.
La cultura priista conduce al acomodo con el poder. Y si el poder ya no lo es tanto, habrá diversos dirigentes del tricolor y legisladores que en las próximas semanas pudieran hacerle el feo a su presidente.
Luego del triunfo opositor y el desastre de la defección panista de Raúl Paz, no parece haber muchos incentivos para que otros senadores abandonen a sus fracciones y escuchen el canto de las sirenas, que ahora ya se ven más bien como focas.
El proceso formal va a seguir, pero creo que tanto para el presidente López Obrador como para sus opositores, a partir de los hechos de ayer, ya vivimos en nuevo entorno político y pronto habrá decisiones para ajustarse a él.
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