Pitistoy

No he visto una fotografía de las que han publicado en el feis los amigos y colegas periodistas, donde Pitistoy donde esté sonriente, no la he visto, pero él tenía buen humor y le gustaba vacilar mucho.
Lo digo porque me jugó una broma que aún recuerdan mis hijos y hace que ellos lo recuerden a él.
Yo lo conocí allá por los años 90 y me visitaba mucho en mi taller de imprenta, ubicado frente al Molino de Menchaca, por la calle 12 de Octubre. Allí, él conoció a mis primeros cuatro hijos, entonces niños y adolescentes, que me ayudaban en las tareas de producción del periódico El Progreso de Tuxpan y el semanario Sangangüey. El más grande de mis hijos, Javier, imprimía en la Chief 22, Lenin me ayudaba en la fotomecánica, y los otros dos, Luis Pablo y Carlos Ernesto (Kiki), compaginaban y hacían el aseo del local.
Pitistoy iba a que le sacáramos los negativos y las láminas de su revista, que le imprimía Esteban Martínez en un taller instalado en su casa.
Como lo dije antes, Pitistoy iba una o dos veces a la semana a mi imprenta y platicaba con mis muchachos, que él elogiaba porque eran muy chambeadores y responsables. Sin embargo, un día que estaba yo con mis hijos en la casa los noté serios, callados, como que no querían hablar conmigo, hasta que uno, Kiki, me dijo que ya no me iba a ayudar a trabajar.
-¿Por qué? Le pregunté.
-Porque a nosotros nos tienes trabajando y a los otros hijos, los que tienes con otra esposa, los llevas a Disneylandia, me contestó con enojo y tristeza.
-¿Qué qué queeeeé? Eso no es cierto, no tengo otra esposa ni otros hijos ¿De dónde sacas eso?
-Tu amigo Pitistoy te descubrió. Él fue a Disneylandia y allá te vio con tu otra esposa y tus otros hijos. A ellos los llevas a pasear y a nosotros nos tienes trabajando. Ya no quiero trabajar. Ya no vamos a trabajar todos, me dijo.
Entonces hablé con ellos, con mis hijos, les di explicaciones y les dije que a Pitistoy le gustaba hacer bromas, y que eso que les había dicho era una de esas bromas. Para contentarlos los llevé a la playa.
Yo me enojé con Pitistoy y cuando volvió a ir a la imprenta, le reclamé delante de mis muchachos. Él soltó la carcajada y aceptó que se trataba de una broma. Mis hijos quedaron tranquilos y todo volvió a la normalidad.
Continuamos siendo amigos y años después coincidimos como colaboradores en el diario Censura, de Elías Maldonado.
Pasó el tiempo y cuando nos encontrábamos, el Pitistoy seguía mencionando a mis «otros hijos, a los disneylandios», una anécdota que también recordamos mis hijos y yo ahora que nuestro amigo se nos ha adelantado a la vida eterna.
Le gustaba hacer bromas, tenía buen humor, era agradable platicar con él y leer sus columnas.
Desde aquí abrazo a su familia y amigos.
Descanse en paz.

 

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