Pemex tiene fugas por todos lados y las esperanzas de días mejores topan en cada administración con la realidad de burócratas que no saben hacer negocios.
Por Jonathan Ruiz Torre
México tiene que prepararse para pagar los 100 mil millones de dólares que debe Pemex. Irónicamente, en Estados Unidos varias empresas invierten la misma cantidad de dinero en la construcción de nuevas fábricas de chips como los de su coche o su smartphone.
La nueva presidenta de este país, en cualquier caso, deberá decidir si a partir del año entrante repetirá la fallida estrategia de inversión en el petróleo de sus antecesores, o decidirá finalmente cambiar la historia apostando a la inteligencia de su gente.
Pemex reportó ganancias artificiales al cierre de 2023. Informó la semana pasada que sí ganó utilidades por 109 mil 945 millones de pesos, pero sus directivos añadieron que no habrían conseguido ese resultado si el gobierno no le hubiera perdonado 161 mil millones de pesos.
Bajo el esquema actual, Pemex ya no da, quita.
Al arranque de este 2024, los ingresos gubernamentales no alcanzan. Faltaron 29 mil millones de pesos para alcanzar los 658 mil 903 millones de pesos previstos para enero.
¿Por qué faltó dinero? Los ingresos petroleros fueron 39 mil millones de pesos menores respecto a lo programado.
Hagamos una analogía: ¿Qué hacen ustedes o sus empleados cuando les descuentan medio día? En esas anda el Secretario de Hacienda, viendo de dónde quita gasto.
Las empresas petroleras ya no son lo que fueron, ni las más ricas. Los márgenes de ganancia rondan el 20 por ciento para compañías como Exxon o BP, vigiladas por ambiciosos fondos de inversión que toman nota de cada dólar.
Pemex, la empresa de todos y de nadie, ha evidenciado fugas por todos lados y las esperanzas de días mejores topan en cada administración con la realidad de burócratas que no saben hacer negocios.
¿Quién puede dar un manotazo?
Estamos en 2024, cuando el recibo de la luz se mezcla con el pago rutinario de Telcel, Netflix y Spotify. Los mexicanos ya gastan más en internet que en gasolina.
Para curarse de diabetes, recurren a medicina extranjera y en los gastos más comunes, sacan la tarjeta para comprar marcas importadas de zapatos, lentes, pantallas.
Nuestro consumo ha cambiado, en señal de la revolución que ya empezó.
Lo que vale son los diseños, la creación, la solución de problemas.
Farique Cetina es un mexicano que creó un sistema que usan en casi todos los restaurantes cuando suben la comanda del mesero y cuando cobran la cuenta. En México, pero también en países de Medio Oriente. Fundó National Soft, que recibió recientemente una fuerte inversión de un fondo de inversión.
En ese tipo de compañías los márgenes suelen duplicar los de empresas petroleras. ¿Por qué? Porque sus gastos son relativamente bajos: deben entrenar a su gente para que ésta mejore el sistema una y otra vez. Invierten en cerebros, no en fierros.
El yucateco Cetina lo tiene claro: “Soy de esa generación de emprendedores que creemos que la mayor riqueza del país no está en el subsuelo, sino que se encuentra caminando todos los días sobre su territorio, me refiero a su gente. Por lo cual estamos creando productos y servicios de alta calidad y cada vez de mayor valor agregado”, dijo alguna vez durante una entrevista para El Financiero.
Xóchitl Gálvez y Claudia Sheinbaum tienen una oportunidad. Hoy tiene cada una de ellas una posibilidad del 50 por ciento de decidir a dónde llevar a los mexicanos.
Puede ser la vieja ruta del petróleo o la aventura de una factible prosperidad en la primera fila de la creación. Ahí en donde se sientan coreanos, indios, chinos, estadounidenses…
Sheinbaum ya se pronunció tímidamente al respecto. Dentro de sus 100 propuestas de campaña presidencial incluyó la siguiente:
“Haremos de México una potencia científica y de la innovación. Para ello, apoyaremos a las ciencias básicas, naturales, sociales y a las humanidades, y los vincularemos con áreas y sectores prioritarios del país”. Fueron 33 palabras dentro de un discurso de 3 mil 500. Pero ya lo dijo, podemos partir de ahí en lo que Xóchitl se pronuncia.
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