Fueron agentes federales del Instituto Nacional de Migración los que provocaron la muerte de los 39 migrantes al impedirles salir de la celda para salvar sus vidas.
Por Pablo Hiriart / EL FINANCIERO
A diferencia de tragedias recientes, esta vez no hay ninguna duda de que la muerte de 39 seres humanos quemados vivos en Ciudad Juárez fue obra del Estado.
No es necesario que vengan peritos extranjeros, comisiones legislativas, mandar restos humanos a Innsbruck ni crear una fiscalía para dilucidar qué ocurrió en el “albergue” para migrantes en Juárez.
Fue el Estado. Lo podemos ver en las imágenes que el gobierno no quería que se publicaran.
Toda la inmundicia de la autollamada cuarta transformación salió a la luz en un video de 35 segundos y las sucesivas reacciones para traspasar responsabilidades.
AMLO señaló a las víctimas de ser causantes de su propia tragedia.
Estaban presos en un país donde migrar no es delito.
Tenían a 68 latinoamericanos presos en una cárcel improvisada del gobierno, sin ninguna licencia ni protocolos de seguridad que le permitiera funcionar como tal.
El Presidente llama “albergue” a un centro de reclusión en el que encierran a personas que no cometieron delitos.
La pocilga de 15 por 20 metros donde estaban los 68 migrantes y murieron 39, carecía de extinguidores y de ventilación.
En su mayoría, los presos estaban encerrados desde el sábado, lo que es inconstitucional.
No pueden estar privados de su libertad más de 36 horas, señaló hace dos semanas la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Fueron agentes federales del Instituto Nacional de Migración los que provocaron la muerte de los 39 migrantes al impedirles salir de la celda para salvar sus vidas.
El secretario de Gobernación, Adán Augusto López, culpó a la Secretaría de Relaciones Exteriores de la tragedia ocurrida en el INM, dependiente de Gobernación.
Lo dijo 15 horas después de la tragedia, en una entrevista radiofónica donde se explayó en sus aspiraciones de ser presidente de la República.
Él es responsable directo de esa mortandad.
Y luego viene el Presidente. AMLO tiene responsabilidad política en ese crimen. Porque fue un crimen.
Adán Augusto López es un subordinado de primera línea del presidente López Obrador. Del secretario de Gobernación depende el titular del INM.
No hay nada que ocultar ni forma de taparlo.
El Presidente justificó a Adán Augusto López, quien de manera obscena aprovechó la tragedia para ensuciar a un contendiente por la candidatura presidencial de Morena.
Sí, la Cancillería es responsable de la política migratoria, pero no de la policía. Ni de las redadas ilegales. Ni de cárceles con fachada de “albergues” del INM. Ni de recluir a personas que no han cometido delitos, por encima de los plazos constitucionales.
La secretaría de Relaciones Exteriores ha operado la política migratoria fracasada del presidente López Obrador.
Y la Secretaría de Gobernación ha realizado la siniestra tarea de perseguir y encarcelar a latinoamericanos, ordenada por el presidente López Obrador.
¿No va a asumir su responsabilidad política el titular del Ejecutivo por esta tragedia?
Es de su pleno conocimiento el maltrato a latinoamericanos en el aeropuerto de la Ciudad de México, particularmente a colombianos y cubanos.
Sabe de los hacinamientos insalubres en el sur del país, donde recluyen a migrantes.
Ayer se puso furioso el Presidente porque los medios de comunicación informaban de los 39 quemados vivos por decisión del personal federal que se negó a abrirles la celda.
“Son temporadas de zopilotes, ahora son los campeones del amarillismo, del sensacionalismo, trafican con el dolor humano”, dijo a los periodistas.
Tampoco en este caso asume su responsabilidad.
Ni en el deterioro del servicio público, con escaso presupuesto, sin personal adecuado ni medianamente bien remunerado.
Culpa a los medios de amarillistas por la difusión de imágenes que prueban que los agentes federales los dejaron morir incinerados.
La noche de la tragedia el Presidente tuvo las imágenes. Pero al día siguiente dedicó al tema un par de minutos y después hubo casi tres horas de autoelogio.
Dio vuelo a la paranoia de ser acosado por adversarios que su imaginación ha inventado, a chistes, risas, amenazas, a satanizar al INE, a los consejeros salientes, al ministro Laynez. Y a quemar en la leña verde de su oratoria a encuestadores que ponderan la aceptación de funcionarios de otros poderes.
(Un dictador africano, legendario por su extravagancia, despotismo y mitomanía, Mobutu, prohibió a los periódicos de Zaire –hoy República Democrática de El Congo– mencionar por su nombre a cualquier funcionario del gobierno, salvo a él).
Murieron quemados vivos. Fueron encerrados en un albergue que en realidad es una cárcel. No habían cometido delitos porque pedir para comer no lo es.
Los encierran por pobres y por extranjeros.
¿Qué pasó con el humanista? ¿No que muy cristiano?
Olvida el Evangelio, en el que cree:
Irán con Dios ustedes “porque tuve hambre y me dieron de comer. Tuve sed y me dieron de beber. Fui forastero y me dieron hospedaje. Necesité ropa y me vistieron. Estuve enfermo y me atendieron. Estuve en la cárcel y me visitaron”.
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