La buena noticia es que cuando el turismo acabe de huir, particularmente el extranjero, el gobierno va a poder comprar un chingo de hoteles
Por Julio Patán/ El Heraldo de México
Lo es que, antes, las playas en Semana Santa fueran un placer para cualquiera. Ya saben: 40 personas por metro cuadrado; hora y media hasta que te voceen para el bufet del desayuno porque el hotel está a tope; apartar lugar en la alberca a las 6:00 am; un vendedor cada dos minutos que se te planta enfrente y te bloquea el sol y la vista del mar; las playas rebosantes de basura (“¿Viste que el pelícano se está comiendo un pañal, mami?”); la música del vecino de sombrilla al que le gusta maridar el zepelín de Red Cola con reggaetón; la cruda porque a los del all inclusive se les acabó el tequila y cometiste el error de pegarle a un mezcal que se llama, digamos, “Las patas del diablo”, y, claro, el peligro de la docena de ostiones frescos con el sol a 34 grados. Pero es lo que hay y lo que ha habido.
No todo mundo puede elegir cuándo se toma las vacaciones y los niños necesitan salir, así que a aguantar vara, y a consolarse con que de todas maneras en la Ciudad de México no hay agua porque el “estiaje” y porque el “mantenimiento del Sistema Cutzamala”.
El panorama descrito en las líneas anteriores es, quiero insistir, el de siempre. No carguemos culpas a quien no las tiene. Pero la 4T sí que ha hecho una aportación a nuestra cultura vacacional.
La aportación es que ahora a ese panorama hay que sumarle el de militares y guardias nacionales con armas largas entre los tubos de bloqueador solar, las hieleras, los Paketaxos y el traje de baño que deja ver la raya de las nalgas de Brayan.
En los días que corren, sientes que alguien te bloqueó el sol, abres los ojos para mandar al carajo al pobre hombre que trata de vender unos aretes o un sombrero y lo que te encuentras es a un sujeto con lentes oscuros, traje de camuflaje, un fusil xiuhcoátl –que, recuerdas por la nota que viste en TV, fue desarrollado por Sedena– y un vaso con jícama y coco. Por supuesto, te callas. No puedes protestarle porque te está bloqueando el sol una persona con un arma cuyo nombre es “serpiente de fuego”.
Los medios han repetido en los últimos días que los militares están ahí en “labores de patrullaje”, para “incrementar la vigilancia” y para “garantizar la seguridad del turismo”.
Bueno: “patrullaje” es una forma de decir “fuego cruzado”, que es la alternativa que te ofrece el gobierno federal a que te rafaguee sin más el cártel en turno, o a que te tengan secuestrado en el lobby mientras encuentran al sicario de la competencia que se fue de vacaciones
a tu hotel.
Vaya, todos sabemos que lo de “abrazos, no balazos” ya llegó a las playas.
La buena noticia es que cuando el turismo acabe de huir, particularmente el extranjero, el gobierno va a poder comprar un chingo de hoteles.
“Nacionalización”, así lo van a llamar. ¿Adivinan quién los va a administrar? El Ejército, sí.
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