Una ola de solidaridad recorre Alemania para recibir a los refugiados procedentes de Ucrania. Pero hay también indicios de que traficantes de personas tratan de aprovecharse de las mujeres ucranianas.
Por Oliver Pieper
Está el hombre de 55 años, ya conocido por la Policía por agresión sexual, que ofrece posibilidad de transporte hacia Hamburgo a jóvenes mujeres que llegan a Alemania huyendo de la guerra en Ucrania. También un joven de 29 años y su amigo, de 21, que se dirigen a mujeres que viajan solas o con niños. Y también dos hombres de 50 y 53 años, que ofrecen dinero a jóvenes refugiadas si van con ellos a casa. «Lamentablemente, hay personas que quieren aprovecharse de la desesperación y la necesidad de los refugiados que están llegando. La situación llama la atención tanto de los trabajadores voluntarios como de la Policía», dice a DW un vocero de la Policía federal alemana.
El caos en la estación central, perfecto para el acoso
En Alemania se ha despertado una enorme ola de solidaridad hacia los refugiados ucranianos. Pero hay también traficantes de personas buscando sacar partido de la llegada de las más de 80.000 personas que han venido huyendo del ataque ruso. Y el caos diario en la estación central de Berlín es la situación perfecta para acosar a las mujeres recién llegadas.
«Hemos tenido a una mujer desecha en lágrimas a la que precisamente le ha ocurrido esto. Ahora mismo hay una enorme cantidad de gente que quiere ayudar con muy buenas intenciones, pero también hay otras personas que se quieren aprovechar de la inesperada situación», prosigue el vocero policial.
La Policía ha reaccionado poniendo avisos en redes sociales en varios idiomas, entre ellos ucraniano, ruso e inglés. En las reuniones matinales con el equipo de voluntarios, las autoridades tratan de sensibilizar sobre el problema, pero ¿es suficiente para proteger a las mujeres y niños ucranianos?
Advertencias para las refugiadas
«Sería mejor si las personas que acogen a una mujer o a una familia ucraniana tuvieran que registrarse», dice Monika Cissek-Evans. «Lamentablemente, hay quienes tratan de aprovecharse de personas extranjeras. Y no son solo hombres, tampoco hay que confiar ciegamente en las mujeres». Cissek-Evans es pedagoga social y fundó en Múnich hace más de 20 años «Jadwiga», una asesoría para víctimas del tráfico de personas. Ella y su equipo están configurando un folleto en ucraniano para repartir en los próximos días en las estaciones de trenes. «En ellos advertimos de diversas cosas, como no dar a nadie el pasaporte, tener un celular siempre encima, fotografiar la matrícula de un auto antes de subirse a él, y pedir identificación si se ofrece alojamiento en una casa o habitación. Escriban siempre nombre y dirección y tengan cuidado si alguien les ofrece rápidamente dinero».
Trauma sobre trauma
Si alguien sabe lo rápidamente que una mujer puede ser forzada a la prostitución, esa es la escritora y activista conocida con el pseudónimo de Huschke Mau, que ha trabajado diez años como prostituta y acaba de escribir un libro autobiográfico. El título es emblema de su lucha: «Deshumanizada. Por qué debemos abolir la prostitución». «Cada día, 1, 2 millones de hombres compran los servicios de prostitutas.
Alemania ocupa el primer lugar de la UE en tráfico de personas. «Somos el burdel de Europa, y eso debería avergonzarnos. Como la demanda y el mercado son tan grandes, los traficantes de personas y los proxenetas abordan directamente a las ucranianas en las estaciones, porque saben que las refugiadas pueden reportarles mucho dinero», dice Huschke Mau.
En Twitter y varios foros de Internet ya pueden leerse mensajes de hombres alemanes sobre las nuevas «chicas ucranianas» en los burdeles y fantasías de violación a las «esclavas sexuales» procedentes de Ucrania. Huschke Mau teme que un próximo trauma atenace a muchas mujeres y jóvenes ucranianas, tras haber vivido terribles experiencias en la guerra. «Una voluntaria me ha contado que una ucraniana no se atrevía a beber nada en la estación, porque tenía miedo de acabar en un burdel tras ser narcotizada con un somnífero. En el futuro veremos como los burdeles acaban llenos de ucranianas, y eso es una vergüenza».
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