Por Octavio Camelo Romero
En México existen dos circuitos económicos. Uno es el circuito del gran capital nacional y extranjero dedicado a la producción de bienes para el mercado norteamericano. Y el otro es el circuito de baja densidad de capital dedicado a la producción de bienes y servicios para el consumo local, regional y nacional. Si no hacemos esta diferenciación no entenderemos la dinámica del desarrollo del capitalismo mexicano.
El Presidente López Obrador con sus programas sociales y sus apoyos crediticios a los mini-micro empresarios y agroproductores, provocó no solo la supervivencia de las empresas de baja densidad de capital, sino que reactivo el mercado local, regional y nacional provocando un crecimiento de la agricultura, del sector agrícola. No sucedió así, en el circuito de las empresas de alta densidad de capital, nacional y extranjero, productoras de bienes para el mercado exterior.
Si no hacemos esta diferenciación de los dos circuitos económicos, no vamos a entender el desarrollo del capitalismo mexicano y, organismos como el INEGI, darán noticias amarillistas y alarmarán a los grandes empresarios y a algunos intelectuales orgánicos del capitalismo transnacional o global.
Por cierto, los peores enemigos del capitalismo transnacional fueron y son los gobiernos del G20. Ellos decretaron y todavía decretan, paralizar la circulación del capital por el mal manejo que han tenido del covid-19, pues en su momento, en lugar de haber aislado a los contagiados, los mandaron a sus casas a contagiar a la familia y a los no familiares con los cuales tuvieran contacto. Por eso el covid-19 se regó como reguero de pólvora por todo el planeta. Pero las transnacionales farmacéuticas se avisparon y empezaron a jugar carreras para ver quien producía primero en antídoto o vacuna contra ese virus maligno. Lo cierto es que el mercado mundial da para todas esas farmacéuticas, y para con el virus hacer millonarios, y hasta trillonarios negocios.
Una distorsión del capitalismo mexicano ha sido su crecimiento a la sombra del gobierno, por eso el surgimiento de la corrupción y su expansión por todas las instancias del Estado Mexicano. Acabar con la corrupción no es acabar con el capitalismo; es dejarlo al libre juego del mercado, es como destetarlo. Por eso los grandes empresarios nacionales y extranjeros están enojados con el Presidente López Obrador. Se resisten al destete.
Volviendo al amarillismo de INEGI. Y teniendo en cuenta que se trata del circuito económico de alta densidad de capital, y de que la contracción de la economía es planetaria y debida al mal manejo del covid-19 por parte de los gobiernos del G20, los datos proporcionados adquieren otra dimensión.
Aunque en octubre y noviembre la inversión fija bruta (IFB), que refleja el gasto en maquinaria, equipo y la construcción, tuvo variaciones positivas, en diciembre volvió a presentar una tasa negativa, en este caso de 2.1 por ciento en comparación con noviembre.
El descenso de 2020 se explicó por el retroceso de 14.2 por ciento de la construcción. La adquisición de maquinaria y equipo se contrajo 11.5 por ciento frente al año anterior. En ambos casos, respecto al nivel de diciembre de 2019.
Curiosamente no se refleja la construcción hecha por el ejército ni la inversión del sureste de la Republica. En fin.
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