Se acabó el mito del invencible

Por Salvador García Soto

“El PRI perdió el poder cuando los mexicanos se dieron cuenta de que no era invencible”, suele decir Liébano Sáenz, quien fuera el poderoso encuestador de Ernesto Zedillo y hoy es presidente del Gabinete de Comunicación Estratégica. El razonamiento del político y analista chihuahuense aplica perfectamente a lo que sucedió el domingo 6 de junio en las elecciones federales y estatales.
Si a Morena y al presidente López Obrador no les fue tan mal —tomando en cuenta el desgaste de la pandemia, la mala marcha de la economía, la inseguridad y violencia y hasta la reciente tragedia del metro de la CDMX— es porque el voto de castigo no fue tan fuerte y los programas sociales de la 4T funcionaron para mantener la votación a favor del partido gobernante que, con sus aliados, logrará la mayoría simple y avanza en al menos 10 estados, de los cuales le arrebató 6 al PRI, 2 al PAN y 1 al PRD, además de ganar la mayoría de Congresos locales en disputa y un buen número de alcaldías.
Pero la realidad es que, aún con el crecimiento que tuvo y de que se consolidó como la primera fuerza política a nivel nacional, aún con el crecimiento importante que logró la oposición en el Congreso, hay un dato que define y explica mucho mejor la trascendencia de lo que ocurrió el pasado domingo electoral: el revés histórico en la Ciudad de México, su principal bastión político, el corazón político del país y la mayor base de votantes de Morena y del lopezobradorismo, al perder 10 de las 16 alcaldías y posiblemente la mayoría del Congreso local, significa una grieta que puede hacer tendencia en elecciones futuras y, lo más grave, muestra que el presidente Andrés Manuel López Obrador y su movimiento, ya no son invencibles, como lo parecían hasta antes del 6 de junio.
Más allá de los números, de las celebraciones (“estoy feliz, feliz, feliz”) y de los discursos políticos, ese es el gran dato y lo realmente importante de lo que sucedió en las recientes elecciones: que los votantes mexicanos, la oposición política, los empresarios y otros sectores a los que ha confrontado y descalificado todos los días el presidente, ya se dieron cuenta de que ni López Obrador ni su partido son ya invencibles y que, paradójicamente, la que fuera su mayor fortaleza, la capital de la República, hoy se convirtió en su talón de Aquiles.
A partir de lo sucedido el domingo los mexicanos reafirmaron y comprobaron que su participación sí cuenta y que su voto sirve para premiar o castigar, según sea el caso, a los gobiernos en turno. La oposición encontró en una alianza que durante décadas parecía imposible, la llave que abrió el escudo de invencibilidad que presumía el presidente y los empresarios metidos a activistas contra la 4T, también se dieron cuenta de que hay una pata coja en la llamada silla del Águila que simbolizara a la Presidencia Imperial, la del pasado y la del presente.
Ese el quid de lo que pasó en las elecciones que fueron calificadas por el INE como “las más grandes de la historia”: que, aún con una fortaleza importante y con la mayor votación nacional en estos comicios, se le abrió una grieta muy clara y visible al acorazado de la 4T que desde el 1 de julio de 2018 lucía imponente e impenetrable. Si a esa hendidura que hoy no se le ve aún el tamaño que alcanzará, la quieren reparar y rellenar con pretextos y justificaciones como “las campañas de desprestigio contra nuestro movimiento”, se van a equivocar y la grieta se irá haciendo más grande y profunda.
Ayer el presidente López Obrador reconoció por primera vez el duro revés que sufrió su gobierno en la capital del país y, en lo que pareció una llamada de atención a la jefa de Gobierno dijo que “hizo falta más trabajo e información en la Ciudad de México” por lo que se comprometió “a trabajar y atender más a los pobres de la capital”.
El mensaje de su tutor político le llegó rápido a Claudia Sheinbaum, quien, por la tarde, en una conferencia de prensa que no estaba prevista, reconoció que la debacle de Morena en la ciudad se debió a que su gobierno se enfocó más en atender la pandemia y no en difundir los programas sociales del presidente. “Pienso que hizo falta difundir más este trabajo que se hace desde el gobierno de México, recordar permanentemente lo que significa la pensión a adultos mayores”, dijo la gobernante capitalina, quien de cualquier modo no quitó el dedo del renglón sobre la “guerra sucia” contra su administración y negó sentirse derrotada: “Aquí nadie está derrotado. Al contrario, aquí sacamos fuerza para seguir defendiendo este proyecto de transformación que representamos”.
Y más vale que, tanto el presidente como la jefa de Gobierno realmente se dejen de buscar pretextos y de lamentarse por las campañas de sus opositores, porque si el voto de rechazo y de castigo que afloró de manera contundente en la Ciudad de México se vuelve tendencia, las cosas se les van a complicar a ambos para el 2024. El 6 de junio la 4T dejó de ser imbatible y se rompió el monopolio del poder que había impuesto en los últimos tres años. Y, retomando a Liébano, los mexicanos ya se dieron cuenta de que López Obrador no es invencible.

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